domingo, 10 de abril de 2011

Escrito en restaurantes

Vivimos en una época muy egoista. Nada se da gratis. Cualquier impulso creativo, fantasioso e iconoclasta que llega a suscitar una atención general es inmediatamente apropiado por el capital de riesgo, y su popularidad -que se debía a su generosidad y libertad de pensamiento- se pone al servicio de la extorsión comercial [...].
No es buena época para las artes. Y es especialmente mala para el arte de la actuación, pues los actores, como observó Hamlet, son "las crónicas breves y abstractas de su tiempo". Hoy en día esperamos menos de nuestros actores porque esperamos menos de nosotros mismos.
Las leyes de la atención que son ciertas fuera del escenario también lo son en él. El que sólo se preocupa de sí mismo es un pelmazo, y el actor que sólo se preocupa de sí mismo es un pelmazo. La actuación como cualquier arte, ha de ser generoso. La atención del artista ha de dirigirse hacia el exterior, no hacia lo que él mismo está experimentando sino hacia lo que quiere conseguir.
El actor orgánico ha de tener generosidad y valor, dos atributos que a causa de nuestra actual hipocondría nacional se hallan engran escasez y todavía menor estima. Ha de tener el valor de decir a los colegas que comparten con él escenario (y, por lo tanto, al público) "No me interesa influiros ni manipularos. No me interesan las finuras. Estoy aquí para cumplir una misión y exijo que ustedes me den lo que quiero".
Este actor lleva a la escena deseo antes que culminación, voluntad antes que emoción. Su actuación no será comparada con el arte, sino con la vida y, cuando salgamos del teatro tras la representación, hablaremos de nuestra vida antes que de su técnica. La diferencia entre este actor orgánico y el que se preocupa por sí mismo es como la que hay entre una hoguera de leña y la luz fluorescente [...].
El hecho de que la actución que hoy prevalece sea falsa y mecánica no es en absoluto casual, sino un signo claro de que nuestra sociedad exige a sus sacerdotes que repitan el catequismo esencial para nuestra tenue salud mental: que aquí nada pasa, que nada muy malo ni muy bueno puede sucedernos, que estamos a salvo.
¿Podemos entonces ratificar de nuevo al Actor y al Teatro que son orgánicos y no mecánicos como aquellos que responden a nuestra necesidad de amar antes que a nuestra necesidad de tener?

-David Mamet-
"La actuación"

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